El caso de Dana Josefina Dora Pecci, es algo tremendamente doloroso, así como todo caso de secuestro y trata de personas, donde quienes se quedan acá del lado de afuera luchando y buscando desesperadamente, muchas veces se encuentran con miles de callejones sin salida, callejones que llevan el nombre de una ley, que llevan el nombre de la institución policial mafiosa, del poder político corrupto y de la ciega “justicia” institucional. Dana tenía apenas 16 años en el año 2005, cuando llegó a Olavarría, a 300km de Capital Federal. En un bar del centro de esta ciudad, conoce a Pedro Rudecindo Adorno, un hombre de 65 años en ese momento. Pedro le ofrece trabajo, aunque su intención era desde un principio llevar a Dana al prostíbulo que regenteaba en una de las entradas de Olavarría. Allí la llevó y la mantuvo cautiva por tres meses, drogándola y obligándola a prosti-tuirse, junto a otras chicas. Pero logró de alguna forma escapar y volver a su casa de Lomas del Mirador junto a su hermano y a su mamá Adriana, quien decidió internarla en un psiquiátrico. Pero luego de varios llamados por parte de Adorno tanto a su madre como al lugar donde se encontraba internada, Dana vuelve a desaparecer. Esto nos muestra cómo operan los tratantes y proxenetas, no dejan a sus víctimas sueltas. Adriana comienza una búsqueda incansable y desesperada por juzgados y comisarías, y hasta recurre a Missing Children, hasta que en octubre de 2008 recibe un llamado desde Olavarría. Se trataba de Claudia Rafael, perio-dista del diario local El Popular, quien creía que la descripción de Dana coincidía con las de una mujer que hab-ía sido hallada con seis disparos en la cabeza, tirada a un costado de la ruta 215, a la altura de Cañuelas. Efecti-vamente, ese cuerpo correspondía a Dana Josefina Dora Pecci.
Había sido encontrada con vida, casi un año atrás en noviembre de 2007, por un automovilista a quien le dijo su nombre y DNI, además de darle el nombre de quien le había disparado. A este se le suman las en-fermeras con quien Dana pudo hablar, antes de ser intervenida en el Hospital. En el caso su nombre se cambió y quedó asentado como Dana Quechi. Finalmente su cuerpo fue enterrado como NN en el cementerio de La Plata.
Frente a estas coincidencias, se realiza un estudio de ADN por el que se comprueba la identidad del cuerpo y el cual es devuelto a Adriana. Dana quería volver con su madre porque había sido madre de una niña, Luciana Paola. Se cree que Pedro Rudecindo Adorno, la llevaba conven-cida de que regresaría a la casa de su familia. Adorno fue encontrado como el principal sospechoso del caso y estuvo preso, a la espera del juicio oral, en la Unidad 38 de Sierra Chica, pero por un pedido suyo, fue traslado a la Unidad 1 de Olmos, donde se encuentra aun recluido. Se esperaba su juicio para el 28 y 29 de junio del corriente, pero finalmente reconoció frente al Fiscal que él era el asesino de Dana, por lo que cumplirá una condena de 11 años. Cabe aclarar que la causa esta caratulada como Homicidio Simple, cuando en realidad se trata de un asesinato con alevosía y de un tratante de mujeres.
Pero la lucha no termina acá. La tenencia de Luciana Paola, la hija de Dana, fue concedida a Pedro Fernando Adorno, hijo del asesino. Adriana sigue luchando contra los poderes corruptos de Olavarría, intentando que la justicia responda en su defensa y sin juezas corruptas ni poderes políticos vendidos a la mafia.
domingo, 11 de julio de 2010
Dana Pecci, su historia
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La Olla
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