Como ya todas y todos sabrán, la noche en que se hace la Olla, el último viernes de cada mes, no llueve. Nunca. Es un arreglo especial, que tenemos con la naturaleza. Sin embargo, por algún equívoco insospechado, o por una necesidad natural, el viernes 25 de diciembre, en la Olla de Balance, llovió.
Igual la Olla se hizo igual. Primero pintó una breve llovizna, que sólo nos hizo sonreír, confiados en nuestro arreglo previo. Pero, por las dudas, decidimos recurrir a otro de los acuerdos, y realizar una maniobra de magia blanca rosada, que no podemos revelar. Y nos quedamos tranquilos/as. No tuvimos en cuenta que la magia parece estarreservada a quien tiene cierta vibración compatible con las fuerzas telúricas, y esa persona, que es la que siempre en estos casos cumple este rol, este viernes no estaba. Otras ollas la requerían en otro lugar.
Y llovió de nuevo, pero esta vez bastante copiosamente, a tal punto que aún los que
sosteníamos que pasaría, que aguantemos, tuvimos que ceder, buscando resguardar los
equipos de sonido, proyección, luz, y efectos especiales. Y nos quedamos un buen rato
bajo los techos de los negocios cercanos a la esquina y en la esquina misma.
Compartimos un rato de frescura y agua, y pasado el chaparrón volvimos a la calle, como siempre.
miércoles, 27 de enero de 2010
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