lunes, 14 de diciembre de 2009

Palabreando en la olla contra el Paco - Un texto colectivo





Buenas noches compañeros y compañeras:

La olla, esta olla de noviembre, viene a descubrir algo muy, muy, muy viejo… vivimos en un mundo, en un país, en una ciudad bajo un sistema capitalista.
Eso significa que estamos bajo el gobierno de un nuevo dios que es el mercado. Ese sacralizado mercado se alimenta de sangre y a todo le pone precio. Y lo peor de todo es que a la mayoría le parece normal que todo tenga precio… y que inclusive las personas tengan precio.
Y como ante cualquier dios, inventado como todos los dioses, hay dos clases de gente: los representantes del dios dinero que nos consumen, nos explotan y nos desechan por un lado y por el otro nosotros.
Para ellos nosotros no somos seres humanos, somos cuerpos a ser caracterizados:
- como consumidores,
- como explotados o
- como desechos.

Y la lógica racionalmente asesina de este sistema indica que el único mandamiento a cumplir es la ganancia.
Por eso, después de la crisis del 2001, con el fin de la convertibilidad, del 1 a 1, a esa lógica le convino interrumpir la distribución de marihuana y de cocaína para exportarla y empezó a venderles a los pibes y a las pibas el desecho de su fabricación, el paco. Ese ladrón de cerebros que asesina toda capacidad de deseo. Deseo en el más amplio sentido del término: deseo sexual, deseo de hacer cosas, de aprender, de cambiar la mierda que vemos…
Aunque los pibes y las pibas desean tener las zapatillas de 400, que es el deseo que exacerba el sistema, siguen deseando cosas, siguen deseando enamorarse… Con el paco a menudo todo ese deseo queda destrozado por el único deseo de volver a consumir paco…
La realidad que les muestra la realeza del dinero no es tolerable para los pibes y las pibas, esa realidad los y las enoja, los y las rebela y rebelarse es el peor de los pecados capitales para el dios capitalismo y se castiga con la pena capital, la más capital de todas las penas.
Ese mundo que los rodea los descorazona, los frustra, los desconcierta, les roba las ilusiones, los sueños, les hace creer que no hay posibilidades, ni porvenir. Ese no-futuro que ya llegó hace rato no es soportable para los pibes y para las pibas ¿cómo no tratar de evadirse? ¿Cómo no intentar escaparse de él aunque sea por 5 minutos? ¿Cómo no van a querer darse vuelta ante este mundo patas para arriba?

Pero, tratar de explicar el genocidio del paco adjudicándolo a hechos puntuales, no sería real, porque esta droga puede seguir robando cerebros, solo gracias a una gigante red de intereses. Intereses funcionales a un momento en que se polariza mundialmente la riqueza y los explotados dejan de ser explotados, para pasar a ser excluidos (el explotado le es necesario al sistema; el excluido no, es alguien que sobra y molesta: un descartable). A este excedente humano, desde la lógica capital, hay que eliminarlo o por lo menos neutralizarlo, es decir, no dejarlos tomar conciencia racional de su situación. Y si, que mejor que un ladrón de cerebros como el paco para hacer eso. No es la primera vez que se utilizan drogas para el exterminio de los sectores pobres, y en especial los y las jóvenes. El crack en Estados Unidos, en Brasil, la heroína en todo Europa para matar el espíritu del mayo francés, entre otras...

Qué mejor desde la lógica del sistema que mientras se consumen por descartables, además consuman y sigan girando la rueda del dinero capital.
Pa-controlarnos
Pa-consumirnos
Pa-convertirnos en ovejas
Pa-coartarnos nuestra libertad
Pa-colaborar con el sistema
Pa-convencernos de que no se puede luchar.

Mientras nos sigan mostrando medias verdades o mentiras enteras, mientras sigamos desvinculando realidades, esta gigante red de intereses va a seguir tapada, va a seguir funcionando y va a seguir el genocidio.
Y no tenemos miedo de usar la palabra genocidio, porque sabemos que a los pibes y a las pibas los están exterminando en masa con la colaboración efectiva de una estructura social y gubernamental, que tiene la intención de destruirlos, total o parcialmente sometiéndolos intencionalmente a condiciones de existencia que hayan de acarrear su destrucción física, total o parcial, lesionándoles la integridad física o mental, o directamente matándolos negándoles el derecho de existencia como grupo humano. (Toda una definición de genocidio)
Esta droga es la perfección del exterminio... asesina la rebeldía y la sensibilidad inherente a la juventud para dejar el mundo como esta, asesina antes de poder ser rehabilitado (lleva más tiempo que reconstruir una persona malherida en el alma), y sobre todo... es un gran negocio.

Desvincular realidades es culpar a menores adictos al paco de la inseguridad, culparlos a ellos para olvidarnos de la media verdad que no queremos ver, para poder seguir tapando nuestra responsabilidad.
A ver si me explico, media verdad o mentira entera sería decir, “pibes dejen el paco y vuelvan a la escuela”, sabiendo que nunca fueron a la escuela. Mejor digamos, “pibes dejen el paco vuelvan a la miseria, vuelvan al maltrato, vuelvan al abuso sexual, vuelvan al hambre.”
A largo plazo (o a muy corto) nos va a faltar otra generación a menos que salgamos de esta alienante realidad cambiándola, organizándonos, juntándonos, apoyándonos.

Esta olla se destapa para que el olor a podrido no nos permita seguir haciéndonos los tontos.
El sistema les ofrece:
- internarlos como si fueran enfermos mentales (si es que tienen dinero porque ni el estado, ni las obras sociales se van a hacer cargo), o sino
- encarcelarlos como si fueran criminales o sino
- matarlos con el gatillo fácil.


Mientras les sirvan al sistema mientras tengan dinero para consumir, serán consumidores.
Mientras tengan fuerza de trabajo usarlos, serán explotados para abaratar la mano de obra de los que se enriquecen con lo robado.
Mientras intenten organizar su rebeldía, serán excluidos, criminalizados o muertos…
Y nosotros ¿qué podemos hacer con los que ya cayeron en la trampa? ¿qué vamos a hacer? ¿Qué estamos haciendo? ¿Cómo lo vamos a hacer?
La olla, esta olla de noviembre, nos abruma a preguntas y, como siempre, nos deja sin respuestas. Pero con la certeza que tenemos que cambiar esta realidad. Tenemos que dejar de hablar que un mundo mejor es posible para empezar a hacerlo.

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