jueves, 27 de agosto de 2009

Un cuento muy patas arriba.

Había una vez un colectivo que pasando por Gallardo y Corrientes vio que estaban pasando cosas raras y se acercó a una olla.

Este colectivo se llama patas arriba y le preguntó a la olla que es lo que estaba cocinando.

La olla muy seria, como siempre, le dijo que estaba a fuego lento pero atento preguntándose sobre la niñez y sobre los niños y las niñas. Y le preguntó al colectivo patas arriba si había conducido a algún niño o niña por algunas de las callecitas de la educación.

El colectivo patas arriba atándose los cordones que le colgaban para abajo le dijo que llevaba a los chicos de la villa 31 por el camino de la educación popular.

Y que hace mucho mucho tiempo tenían un espacio en la villa en donde estacionaba y donde iban desarrollando las actividades y los talleres.

La olla se quedó pensando: “¿cómo desarrollando talleres? ¿se habrá equivocado? ¿no será el taller donde lo arreglan cuando se rompe?” pero igual no lo interrumpió.

De todas maneras a pesar de no tener más ese lugar, siguen participando en las actividades que se hacen en el barrio y siguen recorriendo los sinuosos caminos de la villa.

El colectivo patas arriba se sirvió un plato de guiso de la olla y diciendo que estaba muy rico le contó que ante el golpe de estado en Honduras, después de varios debates y de búsqueda de información los niños de 5to grado tomaron una decisión y la llevaron a cabo. Decidieron escribir una carta para apoyar al presidente constitucional de Honduras Manuel Zelaya.

Y el colectivo despacito, muy despacito fue hasta donde estaba Zelaya y le dio las cartas de los niños.

Y saben lo que pasó….

El presidente les respondió diciendo entre todas las cartas que recibió de todas partes del mundo, hay una que es la que más lo emocionó y que la lleva junto a él a todos lados.

Casi nada, niños con ideas y que ponen manos a las obras…

Colectivos que no tienen miedo de hacer camino caminando aunque sea patas arriba…

Y una olla que siguió llenándose de experiencias que los que pasan les van dejando mientras se llenan la panza y se calientan el espíritu.

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